El nombre que elegimos busca expresar una convicción que hoy día no podemos dejar de visibilizar. Y es que debemos nombrarnos en nuestra especificidad: somos feministas y somos docentes que investigamos en la búsqueda de la renovación de los sesgos androcéntricos en la producción historiográfica y en la producción de materiales para docentes y estudiantes. Nombrarnos como trabajadoras docentes e investigadoras feministas implica asumirnos en una identidad política y epistemológica. 

Cómo han fundamentado ampliamente muchas historiadoras feministas, aunque no sólo historiadoras sino también investigadoras de otras disciplinas, el sesgo androcéntrico ha sido una constante en los espacios de producción de saber académico-científico. 

También es necesario decir que en el recorrido que ha tenido el feminismo académico, la vinculación con la investigación venía dada desde sus inicios por la pertenencia a espacios universitarios principalmente. En nuestro caso, que trabajamos en la formación docente, es importante poner en valor la búsqueda por construir otros modos de escribir la Historia. Porque nos atraviesa la necesidad de que la formación docente pueda vincularse a espacios que busquen la renovación historiográfica, a la vez que poder pensar este trabajo como uno de los fundamentos que sostendrán la tarea docente en cuanto a la disciplina específica.