Marzo con M de MUJERES
- Feministas por una Nueva Historia
- 8 mar 2021
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 24 mar 2021
Si tuviéramos que decir cuándo proponemos nuestro inicio de año, sin dudas, marzo es el mes más propicio. Tenemos tres fechas de gran relevancia para pensar el recorrido de luchas y debates del movimiento de mujeres, lesbianas y feministas.
Es por esto que queremos compartir una serie de tres notas que nuestras compañeras integrantes de FemHistoria realizaron pensando en diferentes aspectos que involucran al 7 de marzo, 8 de marzo y 24 de marzo. No se han escrito estas notas a modo de “efemérides”, sino más bien, buscando plantear cuáles son los contextos que terminaron condensando en fechas, pero que no se ciñen a éstas. Podemos pensar en estas fechas como una excusa para dar fuerza a la visibilidad de la agenda de demandas y debates feministas. Y una invitación a seguir por este camino.

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El segundo evento que nos convoca:
El día de todas las Mujeres Trabajadoras
La historia del 8M empieza en 1910 en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, Dinamarca. Clara Zetkin (feminista y socialista) llamó a proclamar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Si bien no se fijó una fecha concreta, se estableció que debía ser en marzo y se debían llevar adelante mitines y huelgas exigiendo el derecho a voto no calificado de todas las mujeres, derecho al sugragio, al trabajo, a la formación profesional, la no discriminación laboral, entre otras consignas. En sus discursos, Clara Zetkin reivindica a las “Garment Workers” y a las “Women Days” , mujeres trabajadoras anarquistas y socialistas de la industria textil de New York. Desde marzo de 1857, a raíz del incendio en una fábrica textil donde mueren varias trabajadoras a causa del cierre de las salidas por parte de la patronal del establecimiento, se produjeron huelgas contra los bajos salarios y las precarias condiciones laborales, huelgas que fueron reprimidas duramente por el Estado y la patronal. En 1908, las obreras se manifiestaron para exigir un recorte laboral, mejor salario, derecho al voto y el fin del trabajo infantil bajo el slogan de “Pan y Rosas” en Massachusset, Estados Unidos. Entre otras cosas, lograron el reconocimiento de los sindicatos. El 27 de septiembre de 1909, se inicia una huelga indeterminada y prolongada, en demanda de mejoras laborales, la huelga tuvo una duración de 13 semanas.
A un año de la II Conferencia Internacional de Mujeres, el 25 de marzo de 1911, se produce el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist en New York. El incendio genera la muerte de 146 mujeres, la mayoría inmigrantes que tenían entre 14 y 23 años. Las diferentes crónicas de los hechos relatan cómo las mujeres desesperadas se arrojaban de las ventanas del 8º, 9º y 10º piso para escapar del fuego. Este episodio se da casi en paralelo con las primeras celebraciones del día de la mujer. Posteriormente, esta tragedia va a ser reivindicada como fundacional por la O.N.U. en 1975, en un contexto histórico y político signado por la Guerra Fría. Graciela Tejero Coni, en su trabajo para el Museo de la Mujer de Argentina, hace una mención especial a la manipulación de la fecha, la intención de ocultar (dado el contexto histórico) sus verdaderos orígenes: el movimiento internacional de mujeres socialistas desde el siglo XIX y su extensión a partir de la Revolución Rusa.
Por primera vez se celebra el día de la mujer el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca. En 1914, se conmemora el 8 de marzo en Alemania, Suecia y Rusia. Tras la Revolución Rusa de 1917, la difusión del 8 de marzo va a tomar estabilidad, ya que en el año 1917 (el 8 de marzo del calendario occidental), las mujeres rusas se amotinaron ante las condiciones de miseria en la que estaban las clases populares, de esta manera dan inicio al proceso revolucionario bolchevique. Por acción de Alexandra Kollontai este dia queda fijo en la URSS (también gestiona el voto de la mujer, el aborto legal y el divorcio). China lo adopta en 1922 y España en 1936. Luego de una gran lucha feminista y de mujeres trabajadoras, la ONU declara en 1975 el Día Internacional de la Mujer, sin embargo, también deja afuera la palabra “trabajadora”. Llegamos así al 8 de marzo de 2017, cuando se declara el Primer Paro Internacional de Mujeres.
Pero ¿De qué nos sirven estas fechas? En primer lugar, debe ser un recordatorio y parte de la historia de las luchas políticas y sociales que venimos protagonizando las mujeres, y que la Historia tradicionalmente androcentrada se ha negado a visibilizar. En segundo lugar, es importante la palabra “trabajadora”: la condición de trabajadoras involucra a casi la totalidad de las mujeres. Trabajamos dentro y fuera del hogar (tareas de cuidados hacia hijas e hijos, hacia adultas/os mayores, limpieza, cocina, etc.), una gran cantidad de mujeres llevan adelante una doble jornada, de la cual se percibe un solo salario. Un dato importante a tener en cuenta es que la mayoría de las mujeres representan los sectores más pobres de la población y su trabajo se encuentra fuertemente precarizado.
La Revolución Industrial produjo nuevas formas de explotación y de desigualdades, las mujeres proletarias no recibieron los beneficios de las riquezas obtenidas de las nuevas tecnologías y los grandes capitales. La formación de la familia nuclear burguesa, como modelo a seguir, impuso a las mujeres una doble jornada laboral, a la vez que se les indicaba seguir una moral aceptable a los ojos de las clases dominantes. Es desde las elites que se crea el problema de las mujeres obreras y de las mujeres que no encajaban en los moldes de la familia nuclear burguesa. Debían ser encausadas y educadas en los nuevos valores morales. Esta es una tarea que comenzarán los Estados-Nación con diferentes políticas de corte maternalistas, higienistas, laborales, entre otras.
“La mujer trabajadora fue un producto de la Revolución Industrial, no tanto porque la precarización creara trabajos para ella allí donde antes no había nada (…), como porque en el transcurso de la misma se convirtió en una figura problemática y visible” [2]. Como plantea Scott, la trabajadora se convirtió en un “problema” y nosotras, en el presente, salimos a la calle a reivindicarnos como ese problema que sigue molestando.
La introducción de las mujeres a diferentes mercados laborales implicó para las patronales una reducción en el costo de la mano de obra. Estas desigualdades salariales, justificadas en discursos sobre la “condición natural” de las mujeres, que las ubicaba dentro del hogar siguen evidenciando, hoy día, que un hombre recibe mayor salario por la misma tarea, las dificultades para conseguir los mismos puestos de trabajo, combinar maternidad y trabajo, los tipos de trabajo (la mayoría son el sector de cuidados y precarizados). Los sindicatos, en siglo XIX, excluyeron a las mujeres trabajadoras organizadas. No tomaron en cuenta la mayoría de sus reclamos y estaban en contra de que las mujeres trabajaran y abandonaran sus hogares.
Aquí podemos introducir la idea del paradigma maternalista. Éste se impuso fuertemente sobre las mujeres, tanto desde los sectores conservadores como de los de izquierda y feministas. En la actualidad, hemos logrado entrar en los sindicatos, pero las gremialistas se encuentran en medio de estructuras machistas y fuertemente verticalistas, donde aún muy pocas logran llegar a las cúpulas o a un tipo de organización diferente.
Desde la formación del Estado Argentino hasta acá, las mujeres hemos logrado reformas civiles, derechos políticos, políticas en tanto mujeres (que no son suficientes ni las ideales) y en tanto ciudadanas. En este último año (2020/2021), hemos logrado una conquista dentro de la larga lucha por la libertad de elección de la maternidad y la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos. Nos queda seguir luchando por la implementación de la Ley y que se lleve a cabo en todo el país. ¿Se terminó acá? No. Nos queda por delante la lucha por la reforma penal y judicial, entre otras.

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Preparándonos para la Reforma judicial
La lucha por la Reforma Judicial en Argentina tiene ya varios años de existencia. El Poder Judicial argentino es uno de los más conservadores, antidemocráticos y desprestigiados de los tres poderes del Estado. Analizando la historia argentina del siglo XX, esto se explica, en parte, por la inestabilidad política que vivió nuestro país durante todo este siglo, signado por los distintos golpes de Estado que se llevaron a cabo (1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976). El Poder Judicial argentino fue un actor activo en estos procesos desde sus inicios: en 1930 respaldó el golpe a Yrigoyen inaugurando la “doctrina de facto”, mediante la cual se avalaron las destituciones que siguieron. Así mismo, los distintos gobiernos de facto fueron modificando la composición de la Corte Suprema (el máximo tribunal) para poner en lugares estratégicos a juristas que le permitieran concretar sus políticas. La corte menemista, con su “mayoría automática” de jueces afines al Ejecutivo, fue la máxima expresión de una justicia corrupta y servil al poder económico y político. En el 2001, el descreimiento en esta institución era tal que dentro del “que se vayan todos” también se incluía al Poder Judicial que, como había quedado en evidencia, era débil y lento con los poderosos, pero fuerte y rápido con los más débiles.
Ahora bien, es evidente que el Poder Judicial, el Derecho, las leyes y su aplicación, están atravesados por el género. Aún más, como plantea Joan Scott, los conceptos normativos son una parte constitutiva del género como una categoría de análisis histórico, y estos conceptos normativos se expresan, entre otras formas, mediante doctrinas legales. “Si entendemos que el derecho es un conjunto de principios, reglas que estructuran la vida social y política de una sociedad, en determinados momentos políticos, sociales, culturales y económicos. El derecho también crea y recrea la forma en que hombres y mujeres son construidos en el ordenamiento jurídico, el modelo de hombre, de mujer y las relaciones entre estos.” [4] . Desde esta perspectiva, podemos ver cómo a lo largo de la historia se les han negado diversos derechos a las mujeres, se han sancionado leyes que reforzaban el dominio masculino en la sociedad y que colocaban a las mujeres en mayores relaciones de dependencia. Asimismo, gracias a la lucha del movimiento feminista, se ha logrado la sanción de diversas leyes por los derechos de las mujeres, quedando en evidencia cómo el Derecho, las leyes y la “justicia” son espacios de conflicto político, no eternos e inmutables, sino históricos y modificables.
Hoy en día, el Poder Judicial en Argentina -y nos atrevemos a decir, en Latinoamérica- se encuentra en un grave estado de deterioro. Ha perdido legitimidad y credibilidad en gran parte de la población. Se ha vuelto urgente una reforma judicial que dé lugar a una justicia justa -valga la redundancia-. El feminismo no puede quedar fuera de este debate. Las mujeres tenemos mucho que decir acerca de la justicia patriarcal y androcéntrica argentina.
En primer lugar, el Poder Judicial es responsable de las múltiples y sistemáticas violencias de las cuales las mujeres hemos sido víctimas. Son responsables por su inacción, por su falta de formación y, desde luego, por su reiterado y bochornoso accionar. Sobran los ejemplos. El último caso, que hizo temblar el suelo argentino, fue el asesinato de Úrsula Castillo por el policía Matías Ezequiel Martínez. Como sucede en muchos de los femi(ni)cidios ocurridos, ya se habían realizado múltiples denuncias contra el femicida Martínez, pero la “Justicia” falló en su accionar, y nuevamente es responsable. No se trata de un caso. Según el Observatorio de las violencias de género “Ahora que si nos ven”, en el año 2020 hubo un total de 298 femicidios en Argentina, de los cuales 2 de cada 10 víctimas habían hecho al menos una denuncia y sólo 19 de las 298 tenían protección y aún así las asesinaron. Así mismo, el 13% de las víctimas estuvieron desaparecidas previamente y, como sucedió en distintos casos, no se le tomó la denuncia a la familia e incluso se las culpó. [5].
La Justicia argentina, el Poder Judicial, tiene una deuda inmensa con todas las mujeres. El feminismo -entendemos- debe ser parte de una Reforma Judicial que, será feminista o no será. Según plantean diversas especialistas en la temática, para desarmar la justicia patriarcal y androcéntrica, ha de realizarse una extensa modificación: necesitamos la inclusión de mujeres feministas en todos los niveles de mando del Poder Judicial; que se incluya el enfoque y la perspectiva de género en la doctrina y la jurisprudencia; presupuestos sensibles a la temática de género; formación en feminismo, en todos los estratos del Poder Judicial; políticas eficientes de acceso a la justicia; entre otras transformaciones. “Todo lo antedicho implica un nuevo paradigma judicial, una nueva estructura, práctica, estrategia. Después de siglos de sometimiento de las mujeres en los Estados, la ley y la sociedad, es hora de que lo vayamos contemplando y profundizando.”[6].
¿Qué cambió del siglo XIX al XXI? Seguramente muchas cosas, pero otras no tanto. En vísperas de un nuevo Paro Internacional de Mujeres se nos sigue ninguneando, satirizando, menospreciando nuestro accionar como una forma de lucha y resistencia, seguimos siendo esas locas, fanáticas, extremistas feministas que no tienen nada que hacer y no queremos lavar los platos.
“En cuanto a las huelgas exclusivamente de mujeres, son harina de otro costal: una rebelión insoportable para el patrón habituado a su docilidad, un irritante disgusto para la familia. Sensibilizada por la habitual juventud de las huelguistas, una indecencia para la opinión que va de la condescendencia indulgente (esas pobres locuelas) al sobreentendido sexual, un desorden en el espectáculo familiar de la sumisión femenina, en resumen, un escándalo” [7]. El Paro Internacional de Mujeres nos visibiliza una vez más como mujeres públicas y políticas, sujetas de derecho que salimos y tomamos las calles. Somos el problema y vamos a molestar.

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Notas:
[1] Imagen recuperada de: https://mujermexico.com/radar-mujer/no-es-celebracion-el-origen-del-dia-internacional-de-la-mujer/ al 7 de Marzo de 2021.
[2] Scott, Joan (2000). La mujer trabajadora en el siglo XIX. En G. Duby, & M. Perrot, Historia de las Mujeres. Tomo 4. Madrid. Taurus.
[3] Imagen recuperada de https://www.caracteristicas.co/dia-de-la-mujer/ al 8 de Marzo de 2021.
[4] Becerra, Lidia Casas (Ed.) (2010). Introducción a los problemas de género en la Justicia Penal de América Latina. CEJA. Chile. P. 21.
[6] Colazo, Carmen.(2017) Hacia políticas judiciales desde el enfoque de igualdad de género. En Hacia políticas judiciales de género. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Editorial Jusbaires. P. 278.
[7] Perrot, M. (2000). Salir. En G. Duby, & M. Perrot, Historia de las Mujeres. Madrid: Taurus.
[8] Imagen recuperada de: https://www.elmundo.es/nosotras/2018/06/06/5afed415e5fdea5e068b461d.html al 8 de Marzo de 2021.
Autoras:
Carla Blanco
Bianca Gaetán
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